Con el oído sobre el vientre de una veinteañera, Margarita Aguilar Puac escucha el latido del corazón del bebé que está a unas semanas de nacer. “Es una niña”, dice convencida. La experiencia de 26 años de acompañar a las mujeres de su comunidad hasta el alumbramiento le dan esa certeza. Ella es una abuela comadrona del cantón Quiacquix, en la cabecera de Totonicapán. Margarita no tiene un aparato para hacer ecografías, son sus manos el instrumento para detectar la posición del bebé en el vientre, una práctica ajena a la medicina convencional. “La salud es nuestro compromiso, por eso Dios nos ha elegido” comenta con respecto al crucial papel que, tradicionalmente, según la cosmovisión maya, ejercen las comadronas, quienes nacidas en un contexto cultural donde prevalece el sentido de comunidad y servicio al prójimo, desde muy jóvenes reciben el “don” sagrad...